Noche de Año Nuevo. Una noche para estar en familia y celebrar en armonía la llegada de un nuevo año. Una noche para hacer balance del año que acaba y pedir nuevos deseos para lo que empieza.

Los Guerrero Fernández, una familia de un barrio obrero, ya tienen la mesa parada, la uva lista y la tele puesta para ver las campanadas. Todo está listo para dar la bienvenida a un nuevo año, donde esperan que cambie su suerte.

“Los Guerrero Fernández no somos pobres. Humildes. Pero pobres, NO.”

Soy de un barrio obrero. De familia obrera y humilde. Nunca me he tragado el cuento de la “clase media”, que hace de zanahoria colgada delante del asno para que siga adelante, sin plantarse a medio camino. Para mí es un privilegio poder dedicarme al teatro. Considero, entre otras cosas, que tengo mucha suerte. Y esto me ha rondado por la cabeza, desde hace mucho tiempo. Las personas de bajo estrato socioeconómico, además de luchar constantemente contra un enorme complejo de inferioridad, necesitamos contar con un enorme extra de suerte. Un enorme extra de esfuerzo, de constancia, de paciencia, de entusiasmo... porque si no, el riesgo de acabar tirando la toalla es elevadísimo. Por eso, a menudo, nos acabamos conformando. Nos acabamos rindiendo.

Hacía tiempo que tenía ganas de llevar a escena este tipo de “vomitada ideológica”. Ahora bien; si hay algo que caracteriza a la gente humilde es el profundo sentido de la dignidad. No quería victimismos. Desde la concepción de la idea, LO NUESTRO ha sido siempre una comedia. Una comedia digna. El drama social late sutilmente, hay cosas que no se pueden evitar, pero para mí, la mejor forma de que el público conecte con esta familia es contagiar algo de buen humor.

Sólo espero que, al final de cada función, cada espectador/a se lleve un recuerdo entrañable de LO NUESTRO y haya empatizado, de alguna forma, con los Guerrero Fernández.

Eu Manzanares